Absurdos: El extranjero, de Albert Camus
Por Santiago Miranda
“Me llevaron ante el juez de instrucción; después de un breve silencio se levantó y dijo que quería ayudarme, que yo le interesaba, y que, con ayuda de Dios, haría algo por mí. Antes, sin embargo, deseaba hacerme algunas preguntas. Sin pausa me preguntó si yo quería mamá. Dije: «sí, como todo el mundo“. Y el escribiente, que hasta ese momento escribía en la máquina con regularidad, debió equivocarse de tecla, pues quedó confundido y tuvo que volver hacia atrás. Siempre sin lógica aparente, el juez me preguntó entonces si había disparado los 5 tiros de revólver uno tras otro. Reflexioné y precisé que había disparado primero una sola vez y, después de unos segundos, los otros cuatro disparos. ¿Por qué esperó entre el primero y el segundo disparo?, dijo entonces. Nuevamente, revivió en mí la playa roja y sentí el ardor del sol en la frente… Pero esta vez no respondí nada. Durante todo el silencio siguiente el juez pareció agitarse. Se sentó, se sacudió el pelo con las manos, puso sus codos en el escritorio, y con una extraña expresión se inclinó hacia mí: ¿Por qué disparó usted contra un cuerpo tendido? Tampoco es supe responder a esto, el juez se pasó las manos por el frente y repitió la pregunta con la voz un poco alterada ¿por qué? Es necesario que usted me lo diga ¿Por qué? Yo permanecí callado.
De repente se levantó, se dirigió dando grandes pasos hacia una esquina del despacho y abrió el cajón de un archivo. Sacó de él un crucifijo de plata que empuñó volviendo hacia mí y con la voz enteramente cambiada, casi nerviosa, gritó: ¿lo conoce usted a este? Dije: “sí, naturalmente”. Entonces me dijo apresuradamente y de un modo apasionado que él creía en Dios y que estaba convencido de que no había hombre tan culpable como para que Dios no lo perdonará, pero que para eso era necesario que el hombre se arrepintiera y se volviera como un niño cuya alma está vacía y dispuesta a aceptarlo todo. Se había inclinado con todo el cuerpo sobre la mesa, agitaba el crucifijo casi sobre mi rostro. Para ser sincero, yo había seguido muy mal su razonamiento, en parte porque tenía calor y porque unos moscardones que volaban en el despacho se posaban de tanto en tanto en mi cara, y en parte también porque él me atemorizaba un poco. Me daba cuenta al mismo tiempo de que era algo ridículo porque, después de todo, era yo el criminal.”
-Fagmento de “El extranjero”

¿Qué en esta vida en serio? ¿Le parece a usted que un proceso judicial, en el que se está buscando demostrar su culpabilidad ante un homicidio doloso y agravado, merece de su seriedad? ¿Vale la pena priorizar situaciones diarias tan intrascendentes? La respuesta es clara, pero por su puesto que si, sin embargo, para Albert Camus, la respuesta no lo es tanto.

En el extranjero, Albert, explora y cimienta una fundamental parte de su teoría del absurdo y en esta novela nos ejemplifica su práctica de una forma magistral; Planteando los ideales nihilistas y abordándolos novelísticamente, nos transporta a la psique de Meursault.

Se nos presenta el mundo atreves de sus ojos y su realidad, su madre acaba de fallecer y tiene que transportarse desde su ciudad en la Argelia Francesa, hasta un poblado no muy alejado para llegar al asilo donde su madre se encontraba y rendirle tributo en el funeral.
De camino, se nos deja ver la desconcertante percepción del protagonista ante la aceptación inmediata del evento, porque lejos de entrar en un proceso de duelo doloroso por el cual, seguro, la mayoría de nosotros hemos entrado, resulta ser que no solo se brinca esta etapa, sino que podría parecer que hasta cierto punto, llega el peor sentimiento de todos; la indiferencia.
Su indiferencia pone de manifiesto, en las primeras páginas del libro, uno de los temas más controversiales de este autor, la resignificación de la vida a través de la muerte y el profundo cuestionamiento de la importancia y sentido de la vida; Nuestro protagonista no cree en nada y, por lo tanto, la vida no tiene ningún sentido fuera de uno mismo.
De camino, se nos deja ver la desconcertante percepción del protagonista ante la aceptación inmediata del evento, porque lejos de entrar en un proceso de duelo doloroso por el cual, seguro, la mayoría de nosotros hemos entrado, resulta ser que no solo se brinca esta etapa, sino que podría parecer que hasta cierto punto, llega el peor sentimiento de todos; la indiferencia.
En el camino de regreso de su desafortunada visita al asilo y de los eventos funerarios, se encuentra con una mujer hermosa y comienza a salir con ella, van al cine y disfrutan uno del otro, a ella le sorprende la facilidad con la que superó el fallecimiento de su madre, pero lo pasa por alto; puesto que para él es algo completamente natural.
Más adelante él entabla una relación de “amistad” que más bien es por conveniencia, con su vecino Raymond y al hacerle varios favores, este queda agradecido con nuestro protagonista, se comienzan a frecuentar y Raymond entra en conflicto con unos árabes por una disputa amorosa. Meursault respaldando a su vecino entra por extensión en la disputa, no tomándola en serio como ya era su costumbre, todo este asunto era francamente un consentido.
Un día invita Raynold a Mersault con su nueva novia a la casa de la playa de un amigo, en el trayecto se dan cuenta de que los árabes los están siguiendo y más tarde ese día hay una pelea dónde Raynold sale herido.
Regresando nuestro protagonista al lugar del evento, paseando por la playa, se encuentra al mismo árabe que lastimó a Raynold y antes de que este pudiera encajar él puñal que ya tenía desenvainado y listo para atravesar el cuello de Mersault, este le lanza 4 balazos con un revolver proveído por Raynold; Acabando sonoramente con la vida del árabe.

Siendo arrestado y comenzando un extenuante proceso judicial, se nos presenta el fragmento del libro que seleccioné como introducción, un diálogo entre el juez de primera instancia y Mersault; concluyendo este proceso de una forma sorprendente…
Camus, por medio de Mersault, transmite sus ideales existencialistas y utilitaristas, basando la concepción de su novela ganadora del nobel de literatura del año 1952, en la fata de toda importancia, siendo digerido por el absurdo de su propio destino.

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