MIRAI: MI HERMANA PEQUEÑA. UNA REVISION DE LOS LAZOS FAMILIARES
Por Carol Aguilar
He esperado mucho para ver esta película; hace más de un año de su anuncio y la espera ha sido larga para ver el trabajo del director Mamoru Hosoda y que tiene cada vez más presencia dentro del mundo de la animación. Con el reciente estreno en México de Mirai: mi pequeña hermana (2018), de la mano de Konnichiwa Festival y Cinépolis, agradezco que puedan traer más películas del país del Sol naciente a Latinoamérica.

Mirai: mi pequeña hermana (2018) es la consumación de un tema que Hosoda ha estado tocando en sus películas anteriores: la familia. Summer Wars (2009) y Wolf Children (2012) son las más destacables en ese sentido; mientras que en la primera se centra en la unión y estructuración de una familia, la segunda se enfoca la historia en una madre de dos niños lobos, quienes buscarán su lugar en el mundo. En La chica que saltaba a través del tiempo (2006) y El niño y la bestia (2015), pese a que traten un poco el tema, realmente no destaca como en las anteriores mencionadas (ya hablaré con más precisión de cada una de ellas).

Mirai: mi pequeña hermana (2018), Summer Wars (2009), Wolf Children (2012) y
El niño y la bestia (2015)
Regresando a la película que hoy toca analizar, Mirai: mi pequeña hermana (2018) tiene por protagonista a Kun, un niño de 4 años, abrumado porque ya no es el centro de atención de sus padres debido al nacimiento de su hermana Mirai. El filme muestra momentos de la vida cotidiana de Kun, mientras establece una conexión con el pasado y futuro de miembros de su familia, conociendo diferentes vivencias y aprendiendo lecciones a través de viajes fantásticos que le permiten conectar más con su presente y valorar sus relaciones personales.
La película se desarrolla con lentitud, como la vida misma. Acentúa acciones que quizá no tendrían relevancia, como Kun bajando las escaleras para ver a su madre, al padre cocinando mientras todo se le sale de control, estos detalles forman parte de la esencia de la película, y del mismo estilo de Mamoru Hosoda. Es como si nosotros estuviéramos sentados en su misma sala, observando.

En los aspectos técnicos, la música que acompaña el largometraje está a cargo de Masakatsu Takagi, quien seguramente comprende bien las intenciones de Hosoda, pues han colaborado en dos películas anteriores. Así mismo, Tatsuro Yamashita (responsable del tema final en Summer Wars) canta el tema “Mirai no Theme” que abre la película, brindando una sensación de alegría, robando una que otra sonrisa.
En cuanto a la animación, se nota una mejora en el uso de animación experimental y 3D en esta película, si bien ya se ocupó 3D en una secuencia de La chica que saltaba a través del tiempo (2006), y se veía un notorio progreso y despliegue visual en El niño y la bestia (2015), considero que es hasta esta Mirai: mi pequeña hermana (2018) donde se emplea de mejor manera este tipo de animación para acompañar a la trama.
Mamoru Hosoda sigue manteniendo el mismo estilo tan característicos de su filmografía, sabe aprovechar los beneficios de la animación resaltando las expresiones de los personajes, crea grandes paisajes con la imaginación de Kun y aprovecha los escenarios (en especial la casa de la familia) con diferentes movimientos de cámara por más interesantes.

No es de sorprenderse que esta película fuera nominada a Mejor Película de Animación en la última edición de los Premios de la Academia, en Cannes Film Festival y Golden Globes; además de obtener el premio a Animación del año 2019 en Japan Academy Prize, Mejor Película Animada Independiente 2019 en Annie Awards, y Mejor Película Animada 2018 en Sitges Film Festival.Como extra, es preciso mencionar que el doblaje al español cuenta con un reparto profesional y reconocido que a más de uno le hará recordar buenas series de la infancia: Laura Torres, Eduardo Garza, Cristina Hernández, Susana Moreno, Oscar Flores y José Vilchis conforman el elenco principal.

En resumen, Mirai: mi pequeña hermana (2018) es buena película con animación y música encantadora, pero la verdadera belleza en ella es la manera en que trata las relaciones familiares, una oda a la vida familiar.
En La Isla de Minerva le damos 4 plumas mochuelas de 5.
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