El oficio de escritor
Por Abril Peña
¿Cuál es el secreto para convertirse en un gran escritor? ¿Es talento natural? ¿Trabajo y disciplina? ¿Haber tenido un gran cúmulo de experiencias o poder extraer de los momentos simples de la vida el combustible para que comience a trabajar la imaginación? A través de entrevistas, el libro El oficio de escritor, se hace un atisbo del proceso creativo y personalidad de ilustres literatos del siglo XX.
Jóvenes escritores estadounidenses radicados en Europa fundan en 1953 la revista The Paris Review. Al inicio, la publicación no contaba con el financiamiento suficiente para pagar a plumas reconocidas, así que en su lugar deciden entrevistarlas. Hay un total de 18 encuentros entre escritores jóvenes y autores consagrados ganadores del Nobel como William Faulkner, Ernest Hemingway o algunos más controvertidos como Henry Miller o Truman Capote.

Primero que nada, se debe reconocer la gran estrategia de publicidad de George Plimpton, director de la revista en ese entonces, porque no solo la gente leía las conversaciones que se tenían con estas grandes personalidades, sino que también su trabajo literario mencionado a lo largo de los textos seguramente generó gran curiosidad entre los lectores: ¿Qué hace tan buenos a estos creadores? ¿Por qué no estoy leyéndolos? Cada uno de los escritores cuenta con un amplio catálogo de obras que esperan a ser visitadas.
El oficio de la escritura es muchas veces una ocupación que se relaciona con la soledad y, por lo tanto, estos artistas normalmente están envueltos en un halo de misticismo.¿Cómo eran en el día a día? ¿Amables, serios, engreídos? ¿Cómo vivían? Gracias a este libro se puede conocer una pequeña fracción del modo de vida que tuvieron estos nombres tan conspicuos de la literatura.
Las entrevistas hablan sobre sus hábitos al escribir, influencias, inspiraciones, antecedentes, libros y autores favoritos; su relación con los críticos, su visión acerca de la vida o de otras disciplinas como el cine o el teatro.
Hay algunos que expresan en ciertos momentos, aires de superioridad, mientras otros, como Truman Capote o Boris Pasternak, parecen personas sumamente agradables, quisieras convertirlos automáticamente en tus mejores amigos.

Por otro lado, se echa en falta la participación de más mujeres, únicamente hay dos: Katherine Anne Porter y Mary McCarthy. Aunado a esto, su obra no es tan popular en español y en las librerías únicamente se puede encontrar en formato electrónico. Una pena.
Como escritora novicia, leer acerca de cómo estos profesionales de la letra han llegado a donde están, es muy inspirador. Poder encontrar alguna similitud de pensamiento o de manías con alguno de ellos da la esperanza y la motivación para seguir escribiendo. Habrá por lo menos una frase con la cual identificarse y tomarla como brújula. Estas páginas están llenas de ejemplos que demuestran que no hay una sola manera de alcanzar la grandeza.
Entre mis líneas favoritas, fácilmente trasladables a otras experiencias estéticas, se encuentra esta respuesta de Henry Miller:
“… yo nunca leo para pasar el tiempo ni para instruirme; leo para que me saquen de mi mismo, para que me pongan en éxtasis. Siempre ando buscando el autor que pueda sacarme de mi mismo”.
Este libro sin lugar a dudas hace que a uno lo cautiven cada una de estas lúcidas y virtuosas plumas.
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