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Hatsutaro, el náufrago japonés que fue abandonado en Baja California

Por La mujer caja

 

En portada: Ilustración de barco español, Kaigai ibun, 

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Viaje de Japón a Manila y finalmente México.

Los primeros contactos marítimos entre México y Japón se datan desde el siglo XVIII, primero con la misión comerciante de Katsusuke Tanaka en 1610 y después con la misión diplomática de Hasekura Tsunenaga en 1614. No obstante, además de estos dos casos, no tendremos más noticias de Japón por unos dos siglos más; esto se debe en gran medida a las políticas aislacionistas implantadas durante el shogunato Tokugawa en las que estaba estrictamente la entra y salida del territorio japonés. Es hasta 1842 en que aparecerá una peculiar historia de un japonés, que sin conquista ni esplendor, llegó a las costas de Baja California y dejó uno de los relatos más importantes sobre: las costumbres, habitantes, comida y todo tipo de detalles de la vida de la península. Su historia quedó para la posteridad en el texto llamado Kaigai Ibun o Extrañas Narraciones de Ultramar por Aiko Gyoso e ilustrado por Morizumi Sadateru.

 

Kaigai Ibun, vía richardneylon.com

¿Cómo llegó un japonés del periodo Edo a México?  

El marinero Hastutaro y otros hombres zarparon del puerto Hyogo  a bordo del Eiju-maru, en octubre de 1841. El plan de viaje era recorrer distintos puertos japoneses entre los que se encontraban Uraga, Nanbu y Tohoku,  una tormenta los fue alejando cada vez más del territorio japonés hasta dejarlos navegando a merced del destino por unos cuatro meses. En marzo, 13 de ellos fueron rescatados por una nave española que pasaba por Manila (Filipinas) y después de tres meses de navegación, sólo seis sobrevivientes, entre ellos Hatsutaro,  finalmente fueron abandonados en Cabo San Lucas. Unos hombres que estaban por ahí, se acercaron y encontraron a estos desafortunados en harapos y desorientados, quienes solo pudieron pronunciar “Nippon. De inmediato se entendió que venían de Japón. Se les brindó ayuda y los llevaron a San José del Cabo en donde algunos hombres les ofrecieron empleo y hogar de manera separada. Así fue como permanecieron en este lugar,  aprendiendo los hábitos y muy a su pesar, el idioma.

 

Una vez en San José ¿Qué sucedió con el marinero?

Miguel Choza
Exterior de la casa de Miguel Choza, Kaigai Ibun, 1854

Hatsutaro fue protegido por Miguel Choza, un hombre que, al parecer, fungía un trabajo como oficial importante de gobierno en San José. Lo llevó a vivir a su casa, la cual tenía paredes blancas, piso de tierra y techo de paja, (descripción que conocemos por los relatos del japonés).  Choza desarrolló cierto afecto hacia Hatsutaro  y al poco tiempo se volvió su mano derecha. El mismo japonés cuenta que, cuando el patrón salía para arreglar asuntos fuera del pueblo, las responsabilidades de la casa y de su familia recaían en él. Igualmente, varios de sus conocidos le recalcaban la intención de Don Miguel de casarlo con una de sus hijas.

 

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Habitantes de Baja California, Kaigai Ibun, 1854, vía richardneylon.com

 

 

A pesar de sentirse acogido, el marino temía a de alguna manera a terminar preso de las maneras extranjeras, pero no tuvo otra opción que adaptarse.  Así como sucedió con el idioma, aunque no fuese de su agrado,  tuvo que llevar el cabello al estilo de la época y  vestir ropa similar a la que la gente usaba en aquél lugar, que eran botas, pantalón y chaqueta.  Posiblemente gracias a que este hombre jamás había visto tales ropajes, logró memorizar cada elemento gracias a los cuales se pudieron reproducir en ilustraciones que van desde los distintos tipos de zapatos, ropa de militares y  vestimenta como el de las mujeres, que constaba de un vestido largo y una manta que cubría su cabeza hasta los hombros (reboso). Que se adornaban con aretes y collares, y peinetas  para el cabello.

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Ropaje de las mujeres de baja california, Kaigai Ibun, 1854

 

De igual manera, explica que la dieta de los hombres y mujeres consistía en maíz, trigo y carne. Por lo que cuenta, el café era una de las bebidas que no podía faltar; de hecho, menciona que fue lo primero que le dieron de beber al encontrarlo en la playa aunque se refiere a él como “un té con azúcar”, pues en Japón aún no se conocía el café. También dice que éste formaba parte del desayuno, pues por las mañanas usualmente tomaban ‘té con azúcar’ y pan. Este último estaba hecho de harina y huevo e iba horneado en grandes fogones de piedra, como el que se muestra en esta imagen, junto con todos sus utensilios.

                                             

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Utensilios para hornear, Kaigai Ibun, 1854
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Mesa típica bajacaliforniana, Kaigai Ibun, 1854, vía richardneylon.com

Al paso de seis meses Hatsutaro, seguía sintiendo nostalgia por Japón. Fue gracias a un  marinero de nombre Berón, amigo de Choza,  que  consiguió el viaje de regreso a su tierra natal. Al lado de otro japonés, partió al puerto de Mazatlán en donde abordó el barco de este marinero. La despedida, cuenta el náufrago, fue difícil, ya que Choza y su familia habían cuidado de él sin reparos. Don Miguel trató de convencerlo para quedarse, pero Hatsutaro se negó ya que le preocupaba la salud de sus padres. Fue entonces cuando Choza aceptó, su familia y él lo abrazaron fuertemente, como se acostumbra desde entonces en México; pues aquél japonés ahora había pasado a formar parte de ellos. El hombre subió al barco y narra que los hijos de Don Miguel montaron a caballo y siguieron la nave por la costa para verlo partir.

 

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Puerto de Mazatlán, Kaigai Ibun, 1854, vía richardneylon.com

Después de una larga travesía, los dos hombres llegaron a Japón vía China en 1844. Al arribar a su tierra fueron sometidos a un interrogatorio obligatorio ya que habían violado la ley de abandonar el país. Las historias y el nivel de detalle de la historia de Hatsutaro fueron la principal fuente  para escribir el Kaigai Ibun y los primeros registros sobre el continente americano, y sobre todo México, en Japón.

¿Por qué es importante recordar la historia de este japonés y el Kaigai Bun?

Algunos autores consideran que la información que Hatsutaro legó es aún más completa que la de los estudiosos sobre vida de Baja California. Si bien el marino tuvo la suerte de haber sido arropado por un hombre poderoso, no sólo se habla de eso, sino de observaciones de distintos estratos sociales. Al leer las palabras del náufrago, se lee una parte de la historia mexicana que tal vez ni nosotros conocíamos y sobre todo, a través de las imágenes del Kaigai Bun, nos conocemos desde de la interpretación de una cultura lejana y distinta. Misma que había estado recluida en sus propias fronteras, pero que deseó capturar conocimiento acerca de otros territorios y que utilizó elementos de su propio lenguaje pictórico e imaginario colectivo para representar las escenas y detalles descritos por Hatsutaro. Qué más prueba de ello que la imagen de Mazatlán, a la que bien podrían agregarse algunos hombres en hanten (abrigo típico japonés), damas en kimono, y asegurar que estás ante alguna obra de Utagawa Hiroshige.

 

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Utagawa Hiroshige, Luna de otoño en el río Tama, de la serie Ocho vistas del Edo, 1837-8, vía Ukiyo-e.org

 

Obviamente este artículo no contiene toda la información que describe Hatsutaro, por eso si quieren leer la historia completa acá les dejo la recomendación de dos libros

Gabriel Trujillo Muñoz, Entrecruzamientos: la cultura bajacaliforniana, sus autores y obras.

Kawata, Reiko “Una versión Japonesa de Mazatlán: acerca del informe de un náufrago japonés” en Barrón Cristina (Ed.),  La presencia novohispana en el Pacífico Insular.

 

Y si quieren saber más de las imágenes

richardneylon.com 

Imágenes en blanco y negro tomadas de: Kawata, Reiko “Una versión Japonesa de Mazatlán: acerca del informe de un náufrago japonés” en Barrón Cristina (Ed.),  La presencia novohispana en el Pacífico Insular: actas de las segundas internacionales, págs.: 73- 97, Universidad Iberoamericana. México, 1992.

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