Una pareja perfecta de Nobuhiro Suwa
Por Luis Gómez
París, estereotipada y considerada por muchos como la capital del amor; se trata de la ciudad que funge como escenario en la película Una pareja perfecta, dirigida por el japonés Nobuhiro Suwa. Un filme en el que, muy probablemente, los silencios son quienes protagonizan. Primordial también es el guión improvisado que permite la transparencia de las emociones, la espontaneidad de las acciones e incluso la sorpresa. Sí, una sorpresa, pues el director confesó que durante el rodaje ni siquiera él conocía a qué punto iba a llegar ni cuál iba a ser el desenlace.
Filmada en 35 mm, durante un periodo de once días y llevada a las pantallas en el 2005, Una pareja perfecta retrata cómo un matrimonio, después de quince años de estar juntos, alcanza su límite y busca la separación. La pareja conformada por la fotógrafa Marie y por el arquitecto Nicolás llega desde Lisboa hasta París para celebrar la boda de un amigo. Irónico, pues, a fin de cuentas, es el escenario menos ideal para hablar de una ruptura. No se anuncia la razón de la crisis de la relación, sin embargo, predomina un sentimiento de cansancio por ambas partes. Decir quince años juntos no es sencillo y esta pareja logra retratarlo con gran sinceridad en la pantalla.

Son muchos los temas que se pueden extraer de este filme. Sin embargo, es posible comprender que el eje rector es la rutina en las relaciones que puede desencadenar en asumir que nada, ni siquiera ese amor que se siente como eterno, es para siempre. Son esas acciones del día a día y esas palabras monótonas las que desgastan y conducen al hastío, al cansancio y a la duda de un futuro juntos. Ya desde el título la película nos anuncia esos estereotipos y esas visiones que un día terminan por desbaratarse.
Imposible no pensar en un análisis formal. Son 104 minutos los que conforman el total de la duración de esta película, pero es curioso ver cómo son pocos los planos que se presentan. A partir de ello es posible analizar el filme y comprender cómo se pueden establecer dicotomías, por ejemplo, lo estático vs el movimiento. Una cámara que casi siempre está fija y que es capaz de ver todo . En diferentes momentos los personajes asumen la perspectiva, es por ello que logramos conocer ambas partes de la historia.
Es evidente que una película no puede plasmar todo aquello que está en torno a los personajes. Sin embargo, Una pareja perfecta sí logra conectar al espectador con un sentimiento de realismo en el que vive junto con los personajes su crisis, se siente casi vivo el paso del tiempo. Presenciamos estos momentos de silencios, prácticamente incómodos. Entendemos lo difícil que debe ser vivir bajo el mismo techo, pero en habitaciones separadas de un hotel construyendo una vida independiente; una vida diferente a la que se estuvo forjando durante 15 años.
Pensar en París es hacer alusión en lugares emblemáticos. Pero el director no va a ellos, él elige presentar otros espacios. La mayoría de las escenas se desarrollan en la habitación del hotel. Pocas calles, un restaurante, el interior de un taxi, una cafetería, la casa del amigo, una estación de trenes y el museo Rodin son todos los espacios necesarios para retratar este paso del tiempo y hacernos vivir junto con la pareja ese proceso previo a una separación. Además la presencia de otros personajes secundarios que si elimináramos, en nada afectaría.
Y un desenlace presentado en una estación de trenes. Un espacio idóneo para una despedida. Pero Suwa opta por enfatizar ese sentimiento de impotencia, esa imposibilidad de dejar ir. Después de que el espectador vive junto con la pareja ese proceso de duelo antes de un divorcio, el final es casi aterrador: quizá es mejor vivir en lo monótono y en el cansancio que aceptar un futuro incierto en el que el otro ya no está.
Debo confesar que esos 104 minutos por momentos parecen alargarse. Es una película complicada, pero el director invita a disfrutar y reflexionar en torno a los silencios. En ocasiones sentimos que no está pasando nada, sin embargo, alcanzamos a comprender que realmente está pasando todo. El tema de la película es cotidiano, como espectadores nos es sencillo aproximarnos. El hilo narrativo nunca se pierde, considero que cuenta con una estructura narrativa clásica en la que se presentan los personajes, se desarrolla una problemática y se llega a un desenlace claro. Con pocos recursos (los mismos espacios, poco diálogo, cámara estática) el director nos logra introducir en ese mundo de hastío que se puede vivir después de tanto tiempo en una relación. Al final alcanzamos a ver que no siempre todo es lo que parece, pues París esta vez no es precisamente la capital del amor.
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