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El país que come culturas: Inicios del arte moderno en Brasil

por Val Espinosa

Cuando se habla de América Latina se suele considerar a Brasil como un caso especial debido a sus particularidades geográficas, históricas y culturales significativamente distintas a la de los países hispanos vecinos. La escena del arte brasileño, por lo tanto, está permeada por esa peculiaridad de su situación, desde el arte colonial hasta el contemporáneo.

El siglo XX principalmente vio surgir en este país un arte que buscaba —y logró— forjar una identidad nacional a partir de su realidad cultural. Desde los años previos, basándose en un modelo positivista, Brasil había seguido los lineamientos del arte europeo romántico, realista e impresionista. Lasar Segall, artista lituano, hacia las dos primeras décadas del siglo XX llegó al país y expuso un par de veces en São Paulo sus obras de carácter impresionista y  post-impresionista en 1913, lo cual ha sido considerado uno de los primeros indicios de la entrada de la modernidad en Brasil a pesar de que no recibieron mucha atención pública.

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Lasar Segall. A família enferma, 1920. Via: wikiart

Sin embargo, fue en 1917 que la llamada Exposición de Pintura Moderna en São Paulo dio pie al modernismo brasileño con la obra de la artista Anita Malfatti, la cual mostraba características de las vanguardias que habían roto con los cánones de forma, color y apreciación de la obra. Esta exposición protagonizada por Malfatti propició la movilización del modernismo en los círculos intelectuales, y permitió su arranque definitivo en 1922 con la Semana de arte Moderno de São Paulo, la cual se promovía un desarrollo cultural meramente brasileño y el rechazo al academicismo. Se presentó de nuevo la obra de Malfatti, en la cual se aprecia un estilo de herencia expresionista, la experimentación con el espacio y el uso de colores vibrantes, características visibles  en un trabajo como La boba. Junto a Malfatti participaron otros artistas como Emiliano Di Cavalcanti  y Tarsila do Amaral, además de poetas como Oswald y Mário de Andrade. La obra de Cavalcanti, que mostraba características del post-impresionismo, el expresionismo y el cubismo, puso como protagonista de sus obras a las mulatas en entornos coloridos dotados de sensualidad, figuras que forjaban un nacionalismo reflejado en la diversidad racial y cultural. Por su parte, Tarsila do Amaral experimentaba con la esquematización de las formas y contrastante cromatismo, que algunos años después desarrollaría en su estilo más sensible y lírico.

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Anita Malfatti, La Boba, 1915, Museum of Contemporary Art, University of Sao Paulo, Brazil. Vía: flickr

 

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A Semana de Arte Moderna de 1922. Via: Historiando
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Emiliano Di Cavalcanti, Samba, 1925. Via: wikiart

La Semana de Arte Moderno de Sao Paulo también contó con la presencia de poetas e intelectuales, quienes se encargaron de plantear en papel los ideales modernos del arte y cultura brasileños; uno de ellos, Mário de Andrade, redactó en 1922 el primero de tres manifiestos, Klaxon, donde planteaba la creación de un arte nacional que sea actual y útil para el futuro. Dos años más tarde, Oswald de Andrade escribió el Manifesto da Poesia Pau Brasil, el cuál promovía un regreso a las raíces tradicionales de Brasil por medio de la poesía. Posteriormente, inspirado en la obra de su esposa Tarsila do Amaral, en 1928 publicó el Manifiesto Antropófago, en el cual introdujo lo que es probablemente el concepto que mejor define a la cultura brasileña. Abaporu de Tarsila presenta una figura humana que ha sido distorsionada en composición con un cactus y un sol de colores sólidos y vibrantes; este cuadro, de influencia surrealista europea pero a la vez tan particularmente brasileño, es la imagen del “hombre que come gente”, y para Oswald de Andrade, parece haber sido la imagen de Brasil. Dicta el manifiesto:

La lucha entre lo que se llamaría Increado y la Criatura —ilustrada por la contradicción permanente entre el hombre y su Tabú. El amor cotidiano y el modus vivendi capitalista. Antropofagia. Absorción del enemigo sacro. Para transformarlo en tótem. […]

 

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Tarsila do Amaral. Abaporu. 1928. Via: MoMA

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Oswald de Andradde. Manifiesto Antropofago. Via: contraplano

Andrade se apropia del tema tabú de la antropofagia y lo usa para definir el fenómeno cultural brasileño, el engullimiento de las culturas externas, para digerirlas y regurgitarlas en algo que es autónomo y puramente brasileño, en promoción de un ferviente nacionalismo que reafirma su identidad sin negar su realidad histórica y cultural.

Estos serían los inicios del arte moderno en Brasil, el primer impulso para que menos de un siglo después el arte brasileño fuera parte importante del movimiento moderno internacional. La producción plástica reflejaría el espíritu de la cultura brasileña, que está apegada a la realidad de su entorno mediante una profunda conexión poética con éste. El arte en Brasil nació bajo la idea de la conciliación, consigo mismo y con los otros, sin perder de vista su realidad. Con su formación a partir de sus raíces indígenas, africanas y europeas, Brasil es un país inmerso en un constante sincretismo cultural pero sin perder su identidad en el proceso. Es por eso que la idea de antropofagia no sólo es parte de un manifiesto, sino que se convirtió en una palabra atemporal que define Brasil en su pasado, su presente y su devenir.

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Tarsila do Amaral. Antropofagia, 1929. Via: wikiart

Si quieren leer el Manifiesto Antropófago, se los dejamos aquí: http://fama2.us.es/earq/pdf/manifiesto.pdf

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Arte, Cultura

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