Cría puercos: una soledad deliciosa
Por Abril Peña
Les avisamos a nuestros amables lectores que la película se encuentra disponible por TV abierta (canal 22 y 11).
Nos comunicamos para ser más cercanos con el otro, para no sabernos solos, pero a veces el código para hacerlo no necesariamente tiene que ser la lengua, también nos podemos comunicar a través de la comida, esta también ayuda a crear puentes con otras personas, como lo hace la protagonista de Cría Puercos (2018).
Este filme es la ópera prima de Ehecátl García. Se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG) en 2018, en la cual participa la actriz Concepción Márquez en el protagónico y por el cual obtuvo una mención especial del Premio Mezcal como Mejor Actriz Estelar.

El largometraje nos cuenta la historia de Esmeralda, que después de morir su marido, pierde el gusto por la vida y como síntoma de su depresión, deja de comer. Posteriormente, adopta a una puerquita a la que le da el nombre de la Cuina, quien paulatinamente le devuelve sus ganas de vivir. La Cuina sustituye a la figura de su esposo y el animal recibe ahora los cuidados y la atención que Esmeralda tenía para con él. La cochinita le permite a la protagonista no solo recobrar el apetito sino también hacer comunidad con sus vecinos, cocinar con ellos, platicar, ayudarse. Vuelve a tener contacto nuevamente con otro ser humano.
Esta película pone de manifiesto un tema muy importante y poco conocido que es el trabajo de cuidados. Por lo general, son las mujeres las que se dan a la tarea de cuidar a otros en una familia, desde los hijos hasta los padres. El personaje de Lorenza exhibe esto último cuando menciona que no se casó porque le tocó cuidar a su mamá y en el caso de Esmeralda, ella cuidó a su esposo hasta que muere y por lo tanto se queda vacía después de su fallecimiento, sin ningún propósito para vivir porque prácticamente eso es lo que hizo toda su vida. Esto genera una gran desigualdad para las mujeres, no solo desde el punto de vista de que es trabajo no remunerado, sino que también influye en el acceso al mundo laboral y a la educación.

Por otro lado, existe un énfasis muy marcado en las escenas de preparación de la comida. Es sumamente disfrutable ver cómo se hace un guiso típico de hogar mexicano, de esos que tanto hay en los tacos de la calle y en las fondas: ejotes con huevo, guisado en salsa verde, caldo de pollo, lentejas. Se observa una atención al detalle en cómo se capean unos huazontles mientras se sumergen en el aceite caliente o cómo se usa un molinilllo para espumar el chocolate. Todo esto acompañado de utensilios tan familiares como cacerolas azules de peltre o platos adornados con flores. Uno se siente como en casa.
La escenografía de cada uno de los cuartos de la casa es muy bonita. Se ven colores pasteles, texturas y muebles vetustos, electrodomésticos austeros, con una composición y orden muy cuidados. Los enseres de belleza en un amontonamiento armonioso.
La película tiene un excelente manejo del drama y hasta cierto punto del misterio y la sorpresa. El único reparo es su final. Hay una gran acumulación de sucesos y el desenlace no acaba por amarrar la magia que se había construido a lo largo de toda la cinta, se siente un poco desolador aunque el mensaje sea bueno. Ayuda mucho la animación del final, una muy agradable sorpresa después de ver algo tan serio.
Con resultados como este, mis esperanzas en el cine mexicano no decaen, al contrario, las expectativas son aún mayores.
En La Isla de Minerva le damos 4 plumas mochueliles de 5

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Parece muy interesante esa película!
Gracias!
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¡Gracias a ti por leer y comentar! Ojalá que sí tengas oportunidad de verla 😉
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