El tiempo es una manzana podrida
Por Alejandra Abigail Sánchez García
Mes y medio después de que las instalaciones de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales fueran tomadas, se anunció el inicio de la Jornada Nacional de Sana Distancia. Las circunstancias se habían anticipado a lo que sería una tarde que se prolongaría por meses.
Habían pasado dos semanas desde que invertía mi tiempo en trabajar como mesera en un restaurante ubicado a las faldas del Ajusco. Los días pasaban lentos entre el par de garabatos de mi libreta, la sonrisa delicada que dedicaba al comensal y mi caminar apresurado entre manteles tejidos. A la salida del domingo el dueño del lugar nos dedicó una despedida especial, fue claro y conciso ─la situación amerita que varias de ustedes no continúen con nosotros─ unos minutos después dijo mi nombre mientras extendía un sobre con dinero.
Al llegar a casa saqué todas mis cosas y tiré a la basura el mandil colorido que por poco tiempo adornó mis caderas. Saqué el almuerzo que no había podido comer, encontré una manzana roja y un termo lleno de café, los puse en el escritorio junto a la computadora cuyo pago tenía que ser suspendido. De esta forma dos de los tres objetos se convirtieron en depositarios de significados distintos: la computadora de deuda y la manzana de tiempo perdido.
Cada mañana leo cuanto han aumentado el número de casos de personas infectadas de COVID-19 y cuales han sido las repercusiones económicas y políticas que ha causado su expansión a nivel mundial, cada día hay más consecuencias, cada día es más preocupante. ¿cuánto tiempo más se tendrá que esperar desde casa a que la situación mejoré? Hace poco ha caído el precio del petróleo, mamá ha perdido la mitad del sueldo y me han rechazado en dos entrevistas. Sólo pienso que la computadora tiene que pagarse.
Las tardes pasan lentas, llenas de rutinas. Limpiar la casa, dar de comer a Zyanya, aprender inglés, leer aquel libro interminable, hacer eso que no haría en un día normal de escuela y tratar de informarme lo suficiente sin llegar a la ansiedad. Al final todas las tardes se resumen en un mismo día largo, todos los días son hoy. Pareciese que la forma común de medir el tiempo ha quedado obsoleta. Mido el tiempo a través de la manzana, antes fresca, perfumada y brillante, ahora se ha tornado opaca y parda.
Al llegar la noche mamá llega, entra a saludar y sale nuevamente de la casa. Se descalza, se cambia de ropa y se rocía desinfectante. Después de lavarse y limpiarse se permite acercarse a nosotras. Cada noche mientras cenamos, hablamos de las noticias recientes, de las preocupaciones y las novedades, en una de esas cenas mi mamá soltó en llanto, le costaba platicarnos que una persona cercana a su mejor amiga había muerto. A la mujer le dieron diagnostico por COVID-19 poco después de parir a su segundo hijo, aún así le mandaron a casa y cuando regresó con los pulmones colapsados le dijeron que era una equivocación, la señora en realidad estaba grave de influenza. La familia no pudo saber cuál era el diagnostico errado porque murió unas horas después. Ese día, debo admitir que no me importó más si la manzana se pudría, se deshacía o se secaba, era mejor esperar a ver el resultado desde casa.
Categorías