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De la Isla de Minerva a La Isla Misteriosa: revisitando a Julio Verne

Por: Jorge Isaac García Nava

«¿Ascendemos?
¡No, al contrario, descendemos!
¡Mucho peor, señor Ciro! ¡Caemos!
[…]
Esas palabras resonaron en el aire sobre el vasto desierto de agua del
Pacifico, hacia las cuatro de la tarde del día 23 de marzo de 1865.»

Así comienza una de las mejores obras de Jules Verne, La Isla misteriosa,
publicada en Le Magasin d’education et de récréation una revista a cargo de
Pierre Jules Hetzel -quien anteriormente editó a Victor Hugo, Émile Zola y
Honoré de Balzac- entre el 1 de enero de 1874 al 15 de diciembre de 1875, y el
libro completo el 22 de noviembre del mismo año (justo a tiempo para Navidad,
un esquema de ventas más bien siniestro). Fue un éxito comercial casi
inmediato.

Le Magazin d’éducation et de récréation

Nos relata las aventuras de 5 hombres de origen estadounidense que escapan
de una prisión militar en Richmond en plena Guerra de Secesión de la forma
más creativa: roban un globo aerostático. Lamentablemente un huracán los
arroja en una isla desconocida ubicada en algún lugar entre Estados Unidos,
Nueva Zelanda y la Polinesia Francesa, en pleno Océano Pacífico. En esta isla
que bautizan como Isla Lincoln y que tiene esta forma según el mapa del
mismo Verne:

Isla Lincoln

Esta isla, no tan distinta a la Isla de Minerva, será el lugar de un experimento
social: la posibilidad de crear una sociedad utópica que funcione con el
esfuerzo y el trabajo de todos los habitantes y donde sea la ciencia el principal
motor del desarrollo. No es distinto al discurso creado por Henri de Saint-
Simon que será el filósofo que genera el esqueleto filosófico que le da soporte
a la obra de Verne, después de todo el lema saintsimoniano es “A cada cual
según sus capacidades, a cada capacidad según sus obras”. Sin duda, Cyrus
Smith engloba en su persona todos los valores del socialismo utópico:
igualmente ingeniero que soldado, amigo que padre, hombre de la ilustración
pero que no olvida su religiosidad y sobre todo: es el líder indiscutible que mantiene firme el timón y que tiene claro el objetivo: sobrevivir y mantener el
territorio para su patria. Smith es la encarnación de la modernidad, el hombre
que debe ser la regla al terminar el proceso de industrialización y de
independencias. Las pocas habilidades faltantes serán proporcionadas por sus
compañeros, quienes también tienen su representación filosófica, su raison
d’etre
: Gédéon Spilett, un corresponsal de guerra valiente como pocos y que
representa la importancia de la comunicación y la modernización; Nab, esclavo
negro liberado de Cyrus Smith (y el personaje que más choca con nuestro
paradigma moderno), representa el pasado, un llamado de Verne a no
desechar el pasado como malo sino a amarlo como a un ser querido, como
familia; Pencroff, un marinero que ha surcado todos los océanos y que
representa el conocimiento del mundo y Harbert, un joven sobrino de Pencroff
y que representa la suma de las habilidades y conocimientos de los demás, el
futuro.
Pero la isla también representa algo: El fin de una época y el inicio de otra ya
que (spoiler alert) es la tumba del primer “revolucionario utópico” de Verne, el
Capitán Nemo, que tendrá un dialogo con los personajes principales y donde
de hecho él mismo se define como “un rebelde, puesto quizá fuera de la ley de
la humanidad”
y es en esta obra donde se resume la vida y obra del personaje.
También nos dice que es la Isla Misteriosa donde se construyó el famoso
submarino, el Nautilius. La isla lo vio nacer como el Capitán Nemo y será la isla
la que lo verá morir pero arrepentido de una vida de piratería (de anarquista
extremista) pero no lo suficientemente arrepentido como para entregarse a las
autoridades inglesas. Es decir, está pasando la batuta –figurativamente– a una
nueva generación de anarquistas, pero estos serán más medidos, menos
extremos, como dijimos antes, serán más saintsimonianos.

James Mason como Nemo en la película de 1954

No es de extrañar que sean las ideas de Henri de Saint-Simon las que atraen
más a Verne, quien nace en 1828, un par de años antes de la Revolución de
1830 pero será posiblemente la Segunda República Francesa instaurada en
1848 hasta 1852 y que generó una serie de reformas interesantes: sufragio
universal masculino y abolición oficial de la esclavitud, su propia constitución en 1851, derecho al trabajo y la instalación de talleres nacionales para cumplir
el último punto. Algunos de estos cambios los vivirá Verne en persona ya que a
los 20 años se dirige a Paris para estudiar derecho, donde por cierto se hace
amigo de Alejandro Dumas hijo y estrena su primera obra Les pailes rompues
en 1850, al mismo tiempo es testigo de los desarrollos técnicos de Europa,
situación que seguramente lo acerca a la ciencia y ve los progresos socialistas
de la segunda República Francesa, inspirados en la obra de Saint-Simon, se
puede pensar que Verne asumió como bueno el desarrollo “socialista” de la
Segunda República y muchos de sus personajes lo muestran: Nemo, Robur el
conquistador, Matías Sandorf y el más “anárquico” Kaw-Djer cuyo lema es “Ni
dios ni amo”. Este último publicado después de la muerte de Verne pero escrito
en 1897.


Ciertamente se piensa, ahora, que la filosofía de Saint Simon es útopica pero
en su momento, en su lugar, dictó el devenir de la sociedad francesa al menos
hasta la llegada al poder de Napoleón III. Verne se verá desilusionado por La
Comuna, comprensible desde su posición burguesa, no perdonable
moralmente, y abandonará la ciudad de la luz para siempre, compartiendo de
cierta forma la decepción de los movimientos sociales con José Ortega y
Gasset, como un eco en el tiempo, ya que desde su perspectiva, las clases no
preparadas están tomando el poder, ideas que se contraponen a sus ideas
saintsimonianas que pugna por el hombre ilustrado y sabio en el poder. Será
en Amiens donde escribirá la mayoría de sus obras, incluida la Isla Misteriosa y
donde pasará el resto de su vida, así mismo generando un pensamiento cada
vez más revolucionario utópico pero siempre dentro de las líneas de ese
pensamiento que lo capturó desde joven.


Jules Gabriel Verne no debe ser tomado como un escritor revolucionario; en
pensamiento revolucionario no se acerca a Zola, por decir un nombre, pero eso
no significa que no fuera afectado por los turbulentos tiempos que le tocó vivir.
Las dos repúblicas, la Comuna, la huida y regreso de gobiernos autoritarios,
pero a pesar de vivir en París durante muchos de estos eventos trata de
mantenerse alejando; esta siempre al margen de todo y por lo tanto no pierde jamás su cualidad y visión de pequeño burgués. Le ayuda mucho el hecho de
que sus novelas carecen de crítica social y son muy populares para mantener
un nivel de vida muy bueno, si bien no excelente.


Pero el hecho de no querer involucrarse no significa que no haya sido tocado
por los hechos. Sus obras muestran a personajes siempre ligeramente
reformadores pero no revolucionarios, que luchan contra el establishment pero
que no buscan cambiar el sistema. Muchos de ellos son ejemplos perfectos del
hombre ilustrado. Los más claros ejemplos son los personajes de la Isla
Misteriosa, esta isla sería el paraíso utópico ideal para un seguidor de Saint
Simon, un lugar lejos de cualquier poder opresor y con un terreno virgen para
establecer una sociedad funcional donde todos trabajen y donde el
pensamiento libre sea considerado una virtud, donde nadie mura de hambre
pero tampoco nadie puede flojear, el trabajo es una virtud y el trabajador
disfruta los bienes de su esfuerzo. Lleva a Robinson Crusoe a una utopía.
Parece curioso que es en esta obra que describe al hombre ideal como
estadounidense y no es una comparación gratuita, Estados Unidos se presenta
como la promesa del nuevo mundo, un lugar virgen para establecer la sociedad
perfecta, es decir, una isla misteriosa donde se está creciendo la semilla del
futuro.

Es necesario entender que la influencia de Saint Simon es mayúscula a lo
largo de toda su vida y esta visión de la utopía socialista será la que trata de
escribir siempre y, un espíritu derrotado al final de su vida, decidió que esa
utopía no era posible, sería siempre una utopía. La Isla Misteriosa termina con: “jamás olvidaron aquella isla […] de la cual no quedaba más que un trozo de granito combatido por las olas del Pacifico, tumba del que había sido capitán Nemo.”
Y eso es importante, la Isla no debe ser olvidada, la utopía jamás debe ser
olvidada porque existe como faro que ilumina en la oscuridad.

Bibliografía.

San Juan, José Ramón. Jules Verne, una isla misteriosa. Cuadernos del
Minotauro. 1, 2005. Págs. 79-90.

Categorías

literatura

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